Ser docente es la oportunidad de volver a vivir la escuela con ojos de adulta rodeada de niños y niñas. Es escuchar a tus alumnos, emocionarte con sus nuevos aprendizajes, creer en sus procesos y capacidades, saber que son diferentes, únicos y especiales. Es convertirte en cuentacuentos, potenciar sus investigaciones, ser ejemplo, saber que el error es parte del aprendizaje (suyo y nuestro), que juntos aprendemos mejor y que hay mil maneras de aprender. Es recibir y dar abrazos y sonrisas, hablar, reflexionar y vivir sus emociones a diario. Es la mejor profesión del mundo.